24 enero 2009



FELICIDAD A TOPE

Desde hacía dos años, Elisa soñaba todas las noches con aquel maravilloso día. Por fin había llegado y se sentía muy feliz. Delante del gran espejo había un rostro radiante, orgulloso y satisfecho. La peluquera había llegado y le había recogido su larga melena en un precioso moño, dejando unos rizos que caían revoltosos sobre sus hombros dándole un aire juvenil y desenfadado.
No es que Elisa fuese vieja pues a sus cuarenta y dos años se conservaba bastante bien, aunque la vida no hubiese sido generosa con ella en algunas ocasiones. Sin embargo, su carácter abierto y extrovertido hacia que pusiese buena cara al mal tiempo y que se enfrentase a los problemas con coraje y valentía. Sonó el timbre de la puerta y entró María, su amiga encargada de maquillarla para tan excepcional ocasión.
María la maquilló con tonos suaves y acaramelados, realzando el color azul intenso de sus ojos y perfilando sus carnosos labios con un rojo fuego sensual y provocativo.
La imagen del espejo sonrió a Elisa. Tenía una mirada pícara y una mueca de satisfacción en su boca.
Esa imagen estaba contenta, con ganas de seguir adelante, sin ninguna intención de un arrepentimiento a última hora. Estaba segura del paso que por fin iba a dar después de muchos años de incertidumbre, dudas y titubeos.
Una vez peinada y maquillada se dispuso a vestirse.



El vestido era blanco satén, adornado con flores de plata y con un corte estrecho que le marcaba su esbelta figura. Poseía un enorme escote en la espalda y una abertura lateral que al paso dejaba al descubierto un muslo apretado y bien formado. Completaba el vestuario unos zapatos en plata y de altísimo tacón. Cuando estuvo preparada, Elisa salió a la calle, respiró el aire puro que le faltaba a sus pulmones por culpa del estrés y se dirigió al despacho de su abogado.
Allí la esperaba Antonio que al verla la miró con ojos de sorpresa y admiración a la vez.
- No es necesario que lo hagamos, Elisa. Podemos hablarlo y llegar a un acuerdo-, había dicho Antonio en un último intento por salvar la situación.
La mujer lo miró con ojos penetrantes intentando leer su pensamiento. Luego, lentamente, se volvió hacia su abogado y con voz firme y segura dijo.
- Date prisa, por favor. Mis amigos me están esperando y no quiero defraudarlos.
Una sonrisa se dibujó en sus labios rojos y un destello de luz brilló en sus azules pupilas.
- No todos los días se puede celebrar un divorcio.


2 comentarios:

Cioara Andrei dijo...

Salut ai un blog supre. Subiectul postat de tine e foarte interesant. Mai astept si alte informatii si cu siguranta voi mai reveni!!

Duarte dijo...

Me ha gustado mucho.
Los grandes momentos requieren concentración y altivez.
La palabras desfilan con firmeza, poseen "rotundidad", lo que significa seguridad.

Besos

Cuando necesito recrearme...

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