18 febrero 2009


La chica de Elisa.

Elisa era una mujer guapa y atractiva. A pesar de haber superado los cuarenta, poseía un espíritu joven al que acompañaba un cuerpo esbelto y llamativo. Tenía el pelo moreno, largo hasta los hombros y un poco rizado; pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos vivaces rallando la picardía y su sonrisa seductora y atrevida. Sin embargo, cuando la gente la conocía, apreciaba en ella un gran corazón lleno de generosidad y una tremenda facilidad para entregarse al necesitado.
Aquella noche, Elisa se encontraba sentada en el patio de su casa. Era un patio amplio que servía de jardín y entrada a su humilde pero acogedora vivienda.
Una incesante luciérnaga giraba en torno al farolillo que, suspendido de un pequeño sarmiento, iluminaba un precioso racimo de uvas que intentaba tomar el color dorado que tanto agradaba a Elisa.
Sobre la mesa, un vaso de tinto con hielo quitaba calor a la velada, mientras Curro, su gato favorito, ronroneaba tendido junto a ella, sumergido en un plácido sueño.

“Es una noche perfecta”, pensaba de vez en cuando, separando los ojos del libro que estaba leyendo y disfrutando de la calidez que le otorgaba el verano.
En algunas ocasiones se deslizaba los cascos y se limitaba a escuchar los cantos de unos grillos escondidos en la oscuridad. Sin embargo, la historia que estaba leyendo la tenía totalmente enganchada, por lo que rápidamente retomaba su lectura.


– ¿Y aquellas ruinas que se ven al fondo qué son?–preguntó el chico entusiasmado.

–Son restos de la antigua muralla que defendía la ciudad. Aquella ruina que ves allí con apariencia de arco es una de las antiguas puertas de la muralla. Creo que se llama la “Puerta del viento”. La muralla de origen árabe, bordea toda la parte sur, el casco antiguo donde se asentaron los musulmanes cuando conquistaron estas tierras. Mira, vuélvete… ¿Ves esa construcción sobre el tajo con árboles que parecen que se quieren caer?

–Si, debe ser una casa de gente importante.

–Es la llamada casa del rey Moro. Dice la historia que fue construida por un gran príncipe que trajo del norte de África muchas flores que adornaron con su color y olor toda la comarca. En el jardín hay varios desniveles y a las distintas terrazas se accede a través de pequeñas escalinatas decoradas con azulejos. Hace algún tiempo que visité esos jardines y quedé maravillada con sus canalillos y sus fuentes y estanques cubiertos por nenúfares. En el interior de la casa hay una mina de captación de agua, también de origen árabe, y una escalera tallada en la misma roca con más de trescientos escalones que baja hasta un manantial que brota en el fondo del tajo. Dicho tajo por dentro está hueco y contiene estancias, desde aljibes hasta habitaciones que fueron utilizados como polvorín y depósito de grano.

– ¡Qué interesante! ¿Tú lo has visitado?– Volvió a preguntar el chico cada vez más sorprendido.

–No, está cerrado al público. Además, en aquellos tiempos esta mina era todo un secreto y gracias a ella los musulmanes podían resistir los ataques de los enemigos.
Cuenta la leyenda que, cuando algún cristiano era apresado por los árabes, el castigo que le imponían era acarrear el agua desde el fondo del tajo hasta la superficie. ¿Imaginas tener que subir trescientos y pico de escalones cargado de agua? Dicen que los cristianos, cuando maldecían a alguien les gritaban: “en…


Sumida en este maravilloso mundo, Elisa percibió un tenue gemido. Levantó la cabeza, extrañada, y separó los cascos de sus oídos. Miró a su alrededor, pero no vio nada que pudiese inquietarla. No dando demasiada importancia al acontecimiento intentó concentrarse en la historia que estaba leyendo, pero un nuevo gemido la sobresaltó. Depositó el libro sobre la mesa y, lentamente, se acercó a la cancela que la protegía de la solitaria calle. Entonces su corazón, un poco acelerado, comenzó a latir a toda velocidad. Sobre la acera, casi desnuda y respirando con dificultad, se encontraba una chica de apenas veinte años. Elisa se acercó hasta ella, sigilosa, y la examinó algo extrañada.
La joven apenas podía moverse, pero al verla un destello de esperanza brilló en sus ojos y, con gesto de dolor, susurró casi al borde de la inconsciencia un tímido “ayúdame”. Intentó tenderle la mano, pero al separarla de su vientre un golpe de sangre limpia manchó la falda.
Elisa permaneció inmóvil durante unos minutos, pues no sabía qué hacer ni qué decir. Luego, despavorida, corrió hacia el interior de la casa y se dirigió hasta el dormitorio donde su marido estaba acostado. Lo zarandeó varias veces, mientras sus ojos despedían gruesas lágrimas y un nudo en la garganta le impedía emitir sonido alguno. El hombre, desorientado, se dejó llevar hasta la calle.

–Dios mío, joder, joder… ¿qué ha pasado? – exclamó al ver el estado de la chica.

Nadie respondió. La muchacha intentó incorporarse, pero una nueva mancha de sangre salió de su abdomen. El hombre, haciendo alarde de su fuerza masculina, la cogió en brazos y la llevó hasta el interior de la casa, depositándola sobre el sofá. Ella permaneció con los ojos casi cerrados y la respiración entrecortada.
El esposo tomó el teléfono y llamó al servicio de urgencias, mientras su mujer se retorcía las manos y permanecía en el quicio de la puerta completamente bloqueada.

–Es una emergencia, por favor vengan lo más pronto posible, una joven se está desangrando.

Minutos más tarde, una ambulancia se detuvo en la puerta de la casa. Un médico y un enfermero entraron rápidamente y prestaron los primeros auxilios a la muchacha que estaba entre la vida y la muerte.

– ¿Qué ha ocurrido?– quiso saber el médico.

–No lo sé. Mi mujer la encontró ahí fuera en estas circunstancias.

–Está bien –dijo el doctor dirigiéndose a Elisa–. Mañana hablaremos.

Ella asintió con la cabeza mientras le daba vueltas, nerviosa, al anillo que tenía en el dedo; pero no pronunció palabra alguna.
Finalmente consiguieron detener la hemorragia, introdujeron a la chica en el coche y se marcharon hacia el hospital.

Aquella noche, Elisa durmió gracias a los efectos de un somnífero, pero tuvo sueños llenos de monstruos que se comían unos a otros. Despertó temprano, se arregló un poco y se encaminó hacia al hospital. Preguntó por una chica cuyo nombre desconocía pero que había ingresado la noche anterior gravemente herida.
La enfermera miró el registro, luego a ella, y finalmente le dijo que, con las señas que dio Elisa, joven, con el pelo rojizo y con una herida abdominal, había ingresado una joven que se encontraba en cuidados intensivos, pero que debía ser trasladada a otro hospital para realizarle unas pruebas especiales.

La mujer preguntó por su estado de salud y la enfermera contestó que era crítico pero que si quería mas información debería hablar con el doctor que la había atendido la noche anterior.
Elisa dio media vuelta y salió de la clínica con la mirada de la chica grabada en su retina y preguntándose cuántas mujeres vivirían aquel calvario todos los días por culpa del fanatismo de algunos hombres que consideraban a sus parejas como simples propiedades.

Varias semanas más tarde, Elisa se encontraba tomando el fresco. Tenía el mismo libro sobre las piernas, la brisa de la noche acariciaba su rostro y el gato lamía sus pies descalzos.

De pronto la cancela se abrió y un cuerpo encorvado entró en el patio de la casa. Elisa contempló en silencio aquella melena. Rápidamente se levantó de la butaca y, avanzando hacia la joven, la estrechó contra su pecho, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

– ¡Qué alegría, chiquilla! ¿Estás bien?, ¿Has cenado?, ¿Puedo saber qué te ocurrió? Perdona mi brusquedad… pero estaba muy preocupada. Te serviré un refresco. ¿Qué te apetece?

–Zumo, por favor –contestó la chica con una sonrisa.

Elisa entró en la casa y al cabo de unos minutos salió con dos vasos de refrescos en una bandeja. Invitó a la chica a sentarse y esperó impaciente a que bebiese un poco. A continuación volvió a bombardearla con las mismas preguntas.

–Fui al hospital, hablé con el doctor y me dijo que estabas en estado crítico. Debían hacerte unas pruebas para las que tenían que trasladarte a otro centro. No obstante, todos los días he sabido de tu evolución gracias a la enfermera que te atendía. Pero dime… ¿qué fue lo que te ocurrió?

–Me enamoré de la persona equivocada. El amor es ciego y yo… no supe ver más allá de mis sentimientos. Cuando le dije que pensaba abandonarlo se volvió loco gritando que no podía dejarlo, que le pertenecía y que antes de verme con otro me vería en la tumba. Salí de la casa y él corrió tras de mí. Cuando me alcanzó forcejeamos, me clavó un cuchillo en el abdomen y, al ver la sangre, se asustó y huyó. Caminé sosteniéndome en la pared y, cuando vi luz en tu patio me acerqué, pero me fue imposible llegar. Entonces tú viniste y me ayudaste. Eso es todo.

– ¿Y qué piensas hacer ahora?

–Me iré lejos, soy joven y me espera un futuro lleno de posibilidades. Pero no quería marcharme sin despedirme y darte las gracias por lo que hiciste.

Las dos mujeres permanecieron charlando un rato, sentadas bajo las doradas uvas y contemplando de vez en cuando las estrellas. Luego, tan misteriosa como había llegado, la chica se levantó y se marchó.
Elisa sonrió levemente y buscó, entre las páginas de su libro, la última frase que había leído poco antes: "no es dinero lo que necesita el ser humano, sino respeto y cariño".


17 febrero 2009



QUIERO
Quiero el néctar de tus labios
Quiero el calor de un abrazo
Una sonrisa en tu boca
Y ojos de enamorado.

Quiero que me digas hoy
Lo que por temor escondes
Que me amas con locura
Y que mi amor pretendes.

Yo te diré con los ojos
Mil palabras, mil reproches
Pero de mi boca saldrá
El perdón de siete noches.

Siete noches de desdichas
Siete besos regalados
Dos cuerpos fundidos en uno
Y un alma hecha pedazos.

Ahora di que me amas
Aunque luego sea mentira
Y yo sabré perdonarte
Las lágrimas que por ti derramo
Por culpa de una pasión
Que disfruto compartida.




ME AMAS

En el umbral de la muerte
Solo pido, emocionada
Que me digas muy bajito
Lo mucho que aún me amas.

No quiero que aparezcas
Ni con flores ni con lágrimas
Solo quiero que me digas
Que por mí pierdes la calma.

En los días que se acaban
Bajo el manto gris del alba
Te puedo decir muy claro
Que sin ti aún no soy nada.

Porque tú eres lo más bello
En una noche estrellada
Eres la luz que me alumbra
Cuando la noche se acaba.

En el día eres ocaso
En la noche eres el alba
Alegría en la tristeza
Y vida en la nostalgia.

Contigo me siento feliz
La desdicha está vetada
Una mano, una caricia
Una risa, una mirada.

Quédate conmigo hoy
Quédate también mañana
Dime que aun me quieres
Y que sin mí no eres nada.

16 febrero 2009



QUIERO QUE VUELVAS

Quiero que vuelvas, me siento vacía sin ti.
En las noches de invierno
Cuando la lluvia resbala en los cristales
Imagino tu cuerpo acariciando el mío.
Y quiero que vuelvas.
Los días se hacen largos si no estás a mi lado
Las noches se hacen interminables
Y los sueños insoportables.
¿Dónde se han quedado tus promesas?
¿Dónde has escondido tus palabras
Tu risa de niño, tu mirada encantada?
Tiembla mi cuerpo
Bajo el síndrome de tu ausencia.
Quiero verte de nuevo
Quiero que vuelvas.

05 febrero 2009


QUÍTATE LA ROPA


Siempre me he considerado una mujer muy formal y responsable. En todos los trabajos en los que he estado he brillado por mi lealtad y mi competencia. Soy cajera en una cadena comercial, y desde que comienzo hasta que termino me dedico a cobrar a los clientes y procurar que ninguno se vaya sin pagar. Hace unos días, sin ir más lejos, tuve que demostrar una vez más mi capacidad de trabajo y seriedad.
Acabábamos de abrir cuando un chico se me acercó tímidamente y me dijo:
–Señorita… desearía una caja de preservativos.
Yo, haciéndome la experta, le aconsejé varias marcas.
–Pues mira, los tenemos de colores, de sabores a fresa, vainilla, chocolate…estos son anatómicos, también los hay de latex y para los alérgicos de poliuretano…
El pobre chico no sabía hacia dónde mirar ni qué decir. Se le notaba cohibido y con ganas de salir corriendo. Tartamudeaba y miraba a los lados inquieto y las explicaciones que yo le ofrecía con tanto esmero creo que ni siquiera llegó a oírlas.
–Me da igual, yo solo quiero unos preservativos de los más normales.
–Vale, entonces llévate estos que son una marca muy buena, son finitos y los que mejor se venden.
El chico se decidió por los últimos que le había mostrado so pretexto de que servían todos. Acto seguido me acerqué a la caja para cobrarle su compra y, tras pagar y guardarse secretamente su apreciada adquisición, se dispuso a salir del establecimiento.
Todavía no me había despedido de él cuando sonó la alarma. Mi compañera y yo nos quedamos mirando al chico y éste, encogiéndose de hombros dijo:

–Os aseguro que no he comprado nada más.
–Pues lo siento, pero tendrás que quitarte la chaqueta –dije un poco incómoda.
– ¿Cómo dice?
–Que tendrás que quitarte la chaqueta. Lo siento mucho pero suena la alarma y yo soy la cajera, así que es mi responsabilidad saber por qué pita este chisme.

El pobre chico, más rojo que un tomate, se quitó la chaqueta y la depositó en el mostrador. Se dispuso a pasar por la caja y… la alarma sonó de nuevo.
Mi compañera y yo nos miramos, sorprendidas, y yo le dije al muchacho:

–Lo siento, pero tendrás que quitarte la camisa.

El chico obedeció y se quedó desnudo de cintura para arriba. He de reconocer que tenía unos pectorales que quitaban el sentido; un chico de veinte años, atleta, rubio, guapo a rabiar, y casi desnudo… delante de dos mujeres que ya tenían más de treinta años. Todavía tengo grabada su tableta de chocolate en mi cerebro. Volvió a pasar y…pi,pi,pi.

–Ah no, los pantalones no me los quito. Si quieres, llévame a una sala y allí me despeloto, pero aquí, delante de tanta gente… ni hablar.

–Está bien, mi compañera y yo te acompañaremos y veremos qué pasa.

En aquel momento llegó la encargada de personal acompañada de otro señor. Cuando le explicamos lo ocurrido nos miró con cara de asombro y luego se dirigió al muchacho.
–No pasa nada, chiquillo, puedes vestirte. Por cierto, la compra es un detalle de la casa. Haz el favor de devolverle el dinero, Conchi.
Mi compañera y yo nos miramos sin comprender lo que estaba pasando. Luego, la encargada se dirigió a hombre y le dijo:
–Esta es la caja que está estropeada. Cuando quieras le echas un vistazo a los sensores a ver si se pueden reparar. En caso contrario será necesario que les pongas unos nuevos.
Luego, dirigiéndose a nosotros, nos dijo que ya hablaríamos cuando llegase la hora de cerrar. Mi compañera y yo nos miramos fijamente sin pronunciar palabra. Esperamos a que se fuese y estallamos en una sonora carcajada. Sabíamos que nos esperaba una buena regañina pero… había merecido la pena.

04 febrero 2009




NO HABLES


No hables
solo mírame y sonríe.

Deposita en mis ojos
la dulzura de tu mirada
la alegría de tu sonrisa
la magia de tu templanza.

Déjame seducirte
con mis palabras
con la caricia de unas manos
que desean llegar a tu alma.

No hables
no me digas con murmullos
ni con frases adornadas
que quieres colmar mis labios
de emociones exploradas.

No hacen falta las palabras
ni oraciones inventadas
solo mírame y sonríe
así sabré que me amas.

03 febrero 2009




SIN TI

Como un barco navegando a la deriva
Como un lamento sin fin
Como el niño llorando un abandono
Así es mi vida sin ti.


Como la ola que muere entre las rocas
Como el sol en un día gris
Como la luna en una noche eclipsada
Así es mi vida sin ti.


Como el pájaro que cae del nido
Como el desnudo de un maniquí
Como la hoja movida por el viento
Así es mi vida sin ti.

Cuando necesito recrearme...

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