Duele
Cuando me miras con ojos de enamorado
cuando, sin poder evitarlo
me recreo en tu pupila
y percibo una pasión fingida.
Duele
Cuando me hablas con palabras entrecortadas
cuando, al querer evitarlas
intento acallar un suspiro
que sale de un corazón herido.
Duele
Cuando me acaricias embelesado
cuando tus dedos, desesperados
tantean dibujar en mi espalda
miles de frases apasionadas.
Duele
Cuando te empeñas en quererme
cuando insistes en convencerme
de tu cariño sincero
carente de dudas y miedos.
Y duele…
La caricia que le dedicas a otra
el nombre que aparece en tu boca
los celos que matas con rosas
y las lágrimas que con besos borras.
31 mayo 2010
12 mayo 2010
Serás
Serás para mí
La estrella humeante
que puede observarse
en el firmamento.
La luna radiante
que intenta enredarse
en mi largo pelo.
El sol chispeante
que por las mañanas
me roba el sueño.
Serás para mí
El cuerpo anhelante
que hace el amor
con el pensamiento.
Las manos calientes
que me acarician
aún desde lejos.
Los labios ardientes
que en la madrugada
me regalan mil besos.
Serás para mí
El litoral impaciente
que espera ansioso
a su marinero.
La brisa diligente
que al atardecer
peina mis cabellos.
La pluma invisible
que dice cosas bellas
entre verso y verso.
Serás para mí
La única persona
que a todas horas
me arrebate un te quiero.
08 mayo 2010
El valor de la verdad
¡Cuánto pesa una mentira!
Una mentira, por pequeña que sea, se convierte en una soga al cuello que te ahoga lentamente. Tan lentamente que, cuando te das cuenta, ya estás asfixiado.
A pesar de las muchas veces que he oído frases tan ciertas como “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”, hubo una época en la que me dediqué a mentir. Y no lo hacía por necesidad, sino por voluntad. Disfrutaba creyendo que había engañado a los demás.
Los embustes comenzaron con pequeñeces tales como variar la tienda donde me había comprado unos zapatos, cambiar el precio de las cosas que compraba, decir que me llamaba de forma distinta a mi verdadero nombre… Eran pequeños inventos que no hacían daño a nadie pero que a mi me contentaban.
Tanto me divertí y tanto falseé mi vida, que llegó un momento en el que no sabía quién era. Me convertí en una persona con varias identidades, varios nombres, varios trabajos y un sinfín de amigos a los que consideraba simples conocidos.
Llegué incluso a tener tres novios a la vez. Para uno me llamaba María y era enfermera, para otro mi nombre era Elena y trabajaba en un hotel y para el tercero era Sofía y me dedicaba al mundo de la informática.
Pero, como las mentiras tienen las patitas tan cortas, pronto se descubrió el pastel, y los que antes me querían y respetaban se alejaron y me dejaron sola.
Ahora estoy asistiendo a terapia de grupo, un lugar donde cada uno desnuda su alma y se sincera con todos los presentes. Estas terapias me han servido de mucha ayuda, y he llegado a la conclusión de que no hay nada mejor como ser uno mismo, con sus defectos y cualidades, sus bellezas o sus fealdades, sus amigos y sus enemigos; que por encima de lo que opinen los demás prevalece la opinión que cada uno tenga de sí mismo y que con mentiras el camino a recorrer nunca se hace largo.
En la actualidad estoy sola; sin colegas, sin novios, sin trabajos y con un sólo nombre: Esther, pero soy feliz porque, por primera vez en muchos años, cuando me miro en un espejo sé quien soy.
Y es que la verdad más simple siempre es preferible a la mentira más complicada.
Una mentira, por pequeña que sea, se convierte en una soga al cuello que te ahoga lentamente. Tan lentamente que, cuando te das cuenta, ya estás asfixiado.
A pesar de las muchas veces que he oído frases tan ciertas como “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”, hubo una época en la que me dediqué a mentir. Y no lo hacía por necesidad, sino por voluntad. Disfrutaba creyendo que había engañado a los demás.
Los embustes comenzaron con pequeñeces tales como variar la tienda donde me había comprado unos zapatos, cambiar el precio de las cosas que compraba, decir que me llamaba de forma distinta a mi verdadero nombre… Eran pequeños inventos que no hacían daño a nadie pero que a mi me contentaban.
Tanto me divertí y tanto falseé mi vida, que llegó un momento en el que no sabía quién era. Me convertí en una persona con varias identidades, varios nombres, varios trabajos y un sinfín de amigos a los que consideraba simples conocidos.
Llegué incluso a tener tres novios a la vez. Para uno me llamaba María y era enfermera, para otro mi nombre era Elena y trabajaba en un hotel y para el tercero era Sofía y me dedicaba al mundo de la informática.
Pero, como las mentiras tienen las patitas tan cortas, pronto se descubrió el pastel, y los que antes me querían y respetaban se alejaron y me dejaron sola.
Ahora estoy asistiendo a terapia de grupo, un lugar donde cada uno desnuda su alma y se sincera con todos los presentes. Estas terapias me han servido de mucha ayuda, y he llegado a la conclusión de que no hay nada mejor como ser uno mismo, con sus defectos y cualidades, sus bellezas o sus fealdades, sus amigos y sus enemigos; que por encima de lo que opinen los demás prevalece la opinión que cada uno tenga de sí mismo y que con mentiras el camino a recorrer nunca se hace largo.
En la actualidad estoy sola; sin colegas, sin novios, sin trabajos y con un sólo nombre: Esther, pero soy feliz porque, por primera vez en muchos años, cuando me miro en un espejo sé quien soy.
Y es que la verdad más simple siempre es preferible a la mentira más complicada.
06 mayo 2010
¿Qué hacer?
¿Qué hacer
cuando el velo negro
entra por mi ventana
rasga mis vestiduras
y se mete en mi cama?
¿Qué hacer
cuando la ingrata dama
vela mis tristes sueños
me roba mis presentes
y deja sólo recuerdos?
¿Qué hacer
cuando la aburrida luna
se viste de primavera
cambia su indumentaria
y se escapa a la feria?
¿Qué hago con mi vida?
¿A quién pregunto?
¿Quién me contesta?
Y como barquillos de papel
mojados y con ilegibles letras
los sentimientos se ahogan
en esta playa desierta.
Sueños
Cae lentamente la lluvia
cubriendo de finas gotas
los cristales.
Mi rostro, reflejado en ellos
se confunde con el agua
y desaparece.
Entonces me pregunto
si no pasó eso mismo
contigo.
Quizá todo fue un sueño
del que me cuesta
despertar.
Te veo en cada frase
en cada palabra
en cada risa.
Pero, al igual que la lluvia
mi rostro distorsiona
el paso de los días
tu recuerdo abandona.
Y pienso: Sí
todo fue un beso sueño
del que no quisiera
despertar.
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