04 septiembre 2010
07 agosto 2010
Llora mi alma
Cuando mis manos te buscan
y no te encuentran
cuando mis ojos te miran
y no hay respuesta.
Y confundes mis sentimientos
y el odio se convierte en tristeza
la tristeza en disgusto
y el disgusto en demencia.
Llora mi alma
Luego llega el réprobo orgullo
ese diablo que me invade
me mata, me deglute
y no me deja decirle
al dios de los cuatro vientos
que te necesito
que eres para mi
el aire, el sol, la noche
que cuando me tocas
me emociono bajo tu roce
cuando me sonríes
tiemblo como la hoja al aire
cuando me hablas tartamudeo
en el intento por seguirte
y cuando me besas
me muero del goce.
Llora mi alma
¿Y qué hago con este orgullo
este demonio que me dice
que no te hable, ni te mire
que me exige que te ignore?
Y mi orgullo y tu orgullo
luchan y se lastiman
y cada uno por su lado
intenta ganar la partida.
Una lucha sin victoria ni derrota
sin vencedores ni vencidos.
Y te alejas, me alejo
te vuelves, me vuelvo
y el camino se hace largo
la despedida corta
y el encuentro inapropiado.
Entonces sólo queda
recordar los buenos ratos
las risas, los besos
las pasiones encendidas
las caricias compartidas.
Y mi alma se retrae
llora y se debate
entre correr a tu encuentro
o luchar por olvidarte.
29 julio 2010
Buscando imposibles
Pude reflejarme en tus ojos
pude oler tu delicada piel
perderme entre tus brazos
y soñar como mujer.
Puede oír el tono de tu voz
diferenciar el mal del bien
disfrutar lindas caricias
y morirme de placer.
Pude sentir tu entusiasmo
tus besos sobre mi tez
abandonarme a tu cuerpo
y rendirme a tus pies.
Ahora, en el gran ocaso
perdí mi indomable fe
y sólo añoro el recuerdo
de lo que pudo ser y no fue.
Atrás quedaron promesas
adornadas con flores de hiel
y noches colmadas de estrellas
hechas de fino papel.
25 julio 2010
El niño
–¡Dios mío, qué tarde es!
María dio un salto de la cama y se calzó las zapatillas. Cogió la bata, se la anudó a la cintura y se dirigió hasta el cuarto de baño.
–¡Qué mala cara tienes, hija mía. Date un baño a ver si resucitas –se dijo ante el espejo.
Recogió su larga melena en una coleta, la coloco encima de la cabeza y la sujetó con unas pinzas.
–Espero que no le importe a mi hija, -dijo para sí-. Además ella siempre dice que quiere que esté guapa y que coja sus cosas cuando me hagan falta.
El agua le acarició la cara. Estaba un poco fría pero no tenía tiempo para esperar a que se calentase. Esos eran los momentos que más agradecía del día, el instante de recibir en su cuerpo la delicada caricia que le proporcionaba el agua tibia de la ducha.
Pero hoy no podía recrearse, se le había hecho tarde y tenía que ir al colegio para recoger las notas de su niña. La Navidad estaba cerca y el primer trimestre a punto de terminar.
Se vistió rápidamente, se colocó un poco de carmín en los labios y, dirigiéndose a la habitación de su hijo, lo sacó de la cuna.
–Vamos, cariño, a mamá se le hace tarde. No llores por favor, luego si quieres te compro el cochecito que tanto te gustó ayer.
Tomó a su hijo en brazos y se dirigió al coche que tenía aparcado frente a la casa. Acomodó al pequeño en su sillita, le colocó el cinturón de seguridad y a continuación repitió la operación consigo misma.
Cuando llegó al parking del colegio le extrañó verlo vacío, pues a menudo tenía que dar varias vueltas hasta encontrar aparcamiento.
Estacionó su vehículo, tomó a su niño en brazos y se dirigió a la entrada del centro escolar.
–Cariño, es necesario que vayas andando, mamá se cansa de llevarte siempre en brazos. ¿No quieres? Vale, no llores, mamá es fuerte y puede contigo.
Cuando llegó a la sala de profesores la maestra se encontraba sentada frente al ordenador.
–Hola, Sofía
–Hola María…¿qué te trae por aquí?
–¿No le diste la nota a mi hija diciendo que viniese por la evaluación? Sé que llego un poco tarde, lo siento.
Sofía la miró en silencio pero no dijo nada. Se levantó lentamente de su silla y tomándola del brazo le dijo que la acompañase hasta su clase.
–A ver… sí, aquí está; Elisa Atienza. Bien. Quiero decirte que tu hija está mejorando bastante con respecto al año pasado. La encuentro más atenta, más responsable, termina casi siempre los deberes y en clase se muestra interesada por lo que explico. Con respecto a los compañeros también he notado que se está integrando en el grupo, se muestra más relajada con ellos y…
–¿Siguen con las bromas y los insultos?
–No. Desde que viniste a hablar con la directora tuvimos una reunión con ellos y les pusimos las cosas muy claras. Además, a todos los hemos incluido en el grupo de coeducación que está impartiendo nuestra psicóloga y parece que han cambiado su aptitud.
–Me alegro. El año pasado la tenían a la pobre acosada por completo. No podía siquiera salir a la calle con sus amigas.
–No te preocupes, María, los niños son muy injustos unos con otros, pero te aseguro que aquí están tratados por expertos que saben en todo momento lo que deben hacer y decir.
–Eso espero. ¿Le has mandado tareas para las vacaciones?
–Sí, sobre todo lectura. En matemáticas va bien así como en el resto de las asignaturas. Si quieres te recomiendo varios títulos para que le escojas el libro que más te guste. En la biblioteca tenemos varias colecciones para niños de su edad.
–Está bien. Gracias Sofía, eres una gran profesora.
–Feliz Navidad.
María salió de la clase y se dirigió a la salida. Un largo pasillo, adornado con plantas al borde de la muerte restaba frialdad a los espacios vacíos. Numerosos murales hechos por los niños estaban colgados de las paredes. María se detuvo un momento buscando el dibujo que con tanto esmero había hecho su hija unos días antes. Era el más bonito de todos; un dibujo del portal de Belén donde la virgen miraba tiernamente a su hijo mientras lo amamantaba. María sonrió orgullosa y, mientras recorría el pasillo, recordaba cada aula, cada pizarra y cada pupitre de aquel colegio en el que ella también había estudiado de pequeña. Hacía tiempo de eso, pero cada vez que entraba volvía a su niñez, y un hilo de melancolía invadía todo su cuerpo.
De pronto, un calor entre las piernas la devolvió a la realidad.
–¡Maldita menstruación!, a ver por qué diablos no se retira ya de una condenada vez. Cariño, quédate aquí, quietecito, que mamá vuelve en seguida.
María entró en el baño y cerró la puerta. Al cabo de unos minutos salió y volvió a cerrar la puerta tras de sí. Se dirigió adonde había dejado a su hijo pero…éste no estaba. Miró alrededor pero no había nadie. Salió al patio que se encontraba cerca y tampoco encontró al pequeño. Volvió a entrar, se dirigió a la sala de profesores pero estaba vacía. Su corazón comenzó a latir deprisa. Buscó las escaleras con la mirada y corrió hacia ellas con la incertidumbre de que su hijo hubiese caído rodando por ellas. Bajó los escalones con rapidez, los volvió a subir, subió al segundo piso, bajó… pero su hijo no estaba.
–Ya sé, seguro se ha ido a la clase de informática para que algún niño le ponga el juego de los sims, o a la sala de proyecciones para ver una peli de dibujitos, o a la sala de inglés para ver los murales en la pared.
Recorrió todas las salas, en algunas había niños que al entrar la miraron sobresaltados, otras estaban vacías, otras cerradas con llave.
María, cada vez más nerviosa, paseaba de un lado para otro, visitaba los sitios que ya había visto antes, miraba hacia arriba, hacia abajo, recorrió los pasillos, el baño, los patios… pero su niño no estaba. Comenzaba a ponerse histérica. Recordaba que su médico le decía que, cuando sintiese pánico, respirase profundamente, inspiraciones largas, profundas, hasta que le doliese el pecho de tomar tanto aire, luego expiraciones lentas, hasta que notase que no tenía oxígeno en los pulmones. Tampoco esto le sirvió de mucho. Estaba asustada y lo único que quería era correr hacia cualquier sitio, no sabía adonde, pero correr, correr, correr.
–María, ¿qué te pasa?
–Ay Sofía, suerte que te encuentro. He perdido a mi niño. ¿No lo has visto por ahí?
–Pues no, no lo he visto. ¿Qué ha pasado?
–Entré un segundo en el baño y lo dejé en la puerta. Cuando salí no estaba. Ay Sofía, estoy muy asustada, ayúdame a buscarlo, por favor.
–Está bien, María, te ayudaré, pero tranquilízate. ¿Has llamado a tu casa?; igual algún niño lo ha visto solo y lo ha llevado hasta allí.
–Pues no, no había pensado en ello, pero no me he traído el móvil.
–No te preocupes, yo llamo por ti; en este estado vas a sobresaltar a tu marido.
Sofía sacó la agenda de su bolso y buscó en la dirección de sus alumnos. Inmediatamente encontró el teléfono de María. Marcó el número y esperó. Segundos más tarde alguien contestó.
–¿Sí, dígame, quién es?
–Hola Elisa, soy tu señorita. ¿Está tu padre en casa?
–Sí, ahora mismo te lo paso.
–Gracias, bonita.
–¿Dígame?
–Hola Luís, soy Sofía, la profesora de Elisa.
–Ah, hola Sofía…¿ qué ocurre?
–María está en el colegio. Ha venido por las notas de tu hija y…
–Pero la evaluación ¿no era esta mañana?
–Sí
–¿Y no fue?
–No, pero eso no tiene importancia, ya sabes que hoy tengo tutoría hasta las siete.
–¿Entonces?
–Es que… no sé como decírtelo. Ella asegura que traía a su hijo y que lo ha perdido.
–¿Cómo dices?
–Que ha perdido al niño. Lo dejó en la puerta del baño y cuando salió no estaba.
–¡Dios mío, qué cruz! Dile que no se mueva de ahí, voy en seguida. Adiós.
Sofía cerró el móvil y sonrió a María.
–No te preocupes, tu marido viene para acá.
Minutos más tarde Luís entró en el colegio. Su mujer corrió a su encuentro y se abrazó a él llorando a lágrima viva.
–¿Qué pasó?
–No sé, no sé. Entré un momento al baño, lo dejé en la puerta y cuando salí ya no estaba. Lo he buscado por todo el colegio, pero nadie lo ha visto. Seguro que alguien me lo ha quitado. Me lo han quitado, dios mío, me lo han quitado.
–Tranquilízate, por favor. Ven, te hago una tila mientras tu marido lo busca. Quizá se haya ido con algún niño a alguna sala y tú no lo has visto.
–¡No, no está, yo he buscado por todo el colegio! Me lo han quitado, me lo han quitado.
Mientras Sofía guiaba a María a la sala de profesores para hacerle una infusión que la tranquilizase, Luís recorría las aulas que se encontraban abiertas. Las actividades extraescolares acababan de finalizar y el pasillo se llenó de niños que regresaban a sus casas.
Una niña de unos siete años salió con algo en la mano. Era un muñeco, con un trajecito blanco, calcetines y zapatos también blancos y un pequeño gorrito azul.
–¿De dónde has sacado el muñeco? –preguntó Luis a la niña.
–Lo encontré en el pasillo. Supuse que alguien lo había dejado por descuido y lo llevaba a la monitora para que buscase a la niña que lo había perdido.
–Gracias pequeña, es mío.
Luís casi arrebató el muñeco a la desconcertada niña y, a paso rápido, se dirigió hasta la sala de profesores.
–¡Lo encontraste! Dios mío, mi pequeño. ¡Qué miedo he pasado, cariño!, creí que te habían secuestrado para pedir un rescate o peor aún, para sacarte los órganos y traficar con ellos. Gracias a dios que has aparecido. ¿Nos vamos a casa?
María cogió su bolso y tomó a su marido del brazo. La profesora seguía la escena en silencio. Luís volvió la cabeza hacia Sofía pero no dijo nada.
A veces, con una mirada, sobran las palabras.
16 julio 2010
Cautiva
Soy cautiva de tus besos
de tu dulce lisonjeo
del don de tus palabras
y hasta de tu silencio.
Soy cautiva de tus ojos
del brillo de su reflejo
de tu mirada intensa
y hasta de lo que no veo.
Soy cautiva de tus manos
de ese roce tan etéreo
de tus caricias nocturnas
y tu despertar con besos.
Soy cautiva de tu magia
de tu risa, de tu eco
de tus palabras sinceras
y hasta de tus secretos.
Porque…¿ que será de mi
si a mi lado no te tengo?
me es difícil respirar
cuando te noto lejos.
Y este amor tan profundo
del que soy cautiva queriendo
no me permite vivir
si a mi lado no te tengo.
05 julio 2010
Un suspiro por un recuerdo
Sentada en una silla
cabizbaja y en silencio
mi mente recorre el tiempo
donde unidos de la mano
hacíamos mil proyectos.
Apenas había edad
de saber de sentimientos
nos bastaba con mirarnos
sonriendo y disfrutando
dulces abrazos y besos.
Nos teníamos los dos
simples cuerpos inexpertos
esperando que mañana
estos sueños e ilusiones
siguiesen siendo nuestros.
Ahora me encuentro sola
desfallecida por dentro
buscando tontas excusas
que me hagan recordar
la causa de tu aislamiento.
Y sin contener el llanto
mil veces yo me lamento:
¿qué ocurrió con lo nuestro?
¿por qué no sigues conmigo?
¿por qué este morir tan lento?
Y sigo aquí, sentadita
saboreando recuerdos
con el alma hecha trozos
y esperando que la vida
me obsequie con tu regreso.
23 junio 2010
Si vienes...
Si vienes…
Te estaré esperando
con una rosa en la mano
y una sonrisa en los labios.
no diría nada
nuestros ojos hablarían
como siempre han hablado.
Si vienes…
te estaré esperando
con un cuerpo deseoso
de besos y abrazos.
no haría nada
nuestros labios se besarían
como siempre se han besado.
Si vienes…
Te estaré esperando
con papel y pluma
y un poco arrebolado.
no diría nada
pero te conquistaría
con versos de enamorado.
Si vienes…
Te estaré esperando
con un alma sedienta
y corazón acelerado.
Te esperaré día y noche
siempre te estaré esperando
con una sonrisa en la boca
Y una rosa en la mano.
Sin querer dejar
Por el sumidero de la inconsciencia
dejé que cayese un beso
entre risas, sin malicia
como si se tratase de un juego.
Dejé que cayesen palabras
los más lindos de los versos
dejé que cayesen caricias
y hasta pensamientos.
Dejé que cayesen horas
llenas de vida y deseos
de manos entrelazadas
y entrelazados cuerpos.
Cuando un día, entre suspiros
quise recuperar mis recuerdos
comprendí que todos ellos
cayeron por el sumidero.
dejé que cayese un beso
entre risas, sin malicia
como si se tratase de un juego.
Dejé que cayesen palabras
los más lindos de los versos
dejé que cayesen caricias
y hasta pensamientos.
Dejé que cayesen horas
llenas de vida y deseos
de manos entrelazadas
y entrelazados cuerpos.
Cuando un día, entre suspiros
quise recuperar mis recuerdos
comprendí que todos ellos
cayeron por el sumidero.
31 mayo 2010
Duele
Duele
Cuando me miras con ojos de enamorado
cuando, sin poder evitarlo
me recreo en tu pupila
y percibo una pasión fingida.
Duele
Cuando me hablas con palabras entrecortadas
cuando, al querer evitarlas
intento acallar un suspiro
que sale de un corazón herido.
Duele
Cuando me acaricias embelesado
cuando tus dedos, desesperados
tantean dibujar en mi espalda
miles de frases apasionadas.
Duele
Cuando te empeñas en quererme
cuando insistes en convencerme
de tu cariño sincero
carente de dudas y miedos.
Y duele…
La caricia que le dedicas a otra
el nombre que aparece en tu boca
los celos que matas con rosas
y las lágrimas que con besos borras.
Cuando me miras con ojos de enamorado
cuando, sin poder evitarlo
me recreo en tu pupila
y percibo una pasión fingida.
Duele
Cuando me hablas con palabras entrecortadas
cuando, al querer evitarlas
intento acallar un suspiro
que sale de un corazón herido.
Duele
Cuando me acaricias embelesado
cuando tus dedos, desesperados
tantean dibujar en mi espalda
miles de frases apasionadas.
Duele
Cuando te empeñas en quererme
cuando insistes en convencerme
de tu cariño sincero
carente de dudas y miedos.
Y duele…
La caricia que le dedicas a otra
el nombre que aparece en tu boca
los celos que matas con rosas
y las lágrimas que con besos borras.
12 mayo 2010
Serás
Serás para mí
La estrella humeante
que puede observarse
en el firmamento.
La luna radiante
que intenta enredarse
en mi largo pelo.
El sol chispeante
que por las mañanas
me roba el sueño.
Serás para mí
El cuerpo anhelante
que hace el amor
con el pensamiento.
Las manos calientes
que me acarician
aún desde lejos.
Los labios ardientes
que en la madrugada
me regalan mil besos.
Serás para mí
El litoral impaciente
que espera ansioso
a su marinero.
La brisa diligente
que al atardecer
peina mis cabellos.
La pluma invisible
que dice cosas bellas
entre verso y verso.
Serás para mí
La única persona
que a todas horas
me arrebate un te quiero.
08 mayo 2010
El valor de la verdad
¡Cuánto pesa una mentira!
Una mentira, por pequeña que sea, se convierte en una soga al cuello que te ahoga lentamente. Tan lentamente que, cuando te das cuenta, ya estás asfixiado.
A pesar de las muchas veces que he oído frases tan ciertas como “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”, hubo una época en la que me dediqué a mentir. Y no lo hacía por necesidad, sino por voluntad. Disfrutaba creyendo que había engañado a los demás.
Los embustes comenzaron con pequeñeces tales como variar la tienda donde me había comprado unos zapatos, cambiar el precio de las cosas que compraba, decir que me llamaba de forma distinta a mi verdadero nombre… Eran pequeños inventos que no hacían daño a nadie pero que a mi me contentaban.
Tanto me divertí y tanto falseé mi vida, que llegó un momento en el que no sabía quién era. Me convertí en una persona con varias identidades, varios nombres, varios trabajos y un sinfín de amigos a los que consideraba simples conocidos.
Llegué incluso a tener tres novios a la vez. Para uno me llamaba María y era enfermera, para otro mi nombre era Elena y trabajaba en un hotel y para el tercero era Sofía y me dedicaba al mundo de la informática.
Pero, como las mentiras tienen las patitas tan cortas, pronto se descubrió el pastel, y los que antes me querían y respetaban se alejaron y me dejaron sola.
Ahora estoy asistiendo a terapia de grupo, un lugar donde cada uno desnuda su alma y se sincera con todos los presentes. Estas terapias me han servido de mucha ayuda, y he llegado a la conclusión de que no hay nada mejor como ser uno mismo, con sus defectos y cualidades, sus bellezas o sus fealdades, sus amigos y sus enemigos; que por encima de lo que opinen los demás prevalece la opinión que cada uno tenga de sí mismo y que con mentiras el camino a recorrer nunca se hace largo.
En la actualidad estoy sola; sin colegas, sin novios, sin trabajos y con un sólo nombre: Esther, pero soy feliz porque, por primera vez en muchos años, cuando me miro en un espejo sé quien soy.
Y es que la verdad más simple siempre es preferible a la mentira más complicada.
Una mentira, por pequeña que sea, se convierte en una soga al cuello que te ahoga lentamente. Tan lentamente que, cuando te das cuenta, ya estás asfixiado.
A pesar de las muchas veces que he oído frases tan ciertas como “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”, hubo una época en la que me dediqué a mentir. Y no lo hacía por necesidad, sino por voluntad. Disfrutaba creyendo que había engañado a los demás.
Los embustes comenzaron con pequeñeces tales como variar la tienda donde me había comprado unos zapatos, cambiar el precio de las cosas que compraba, decir que me llamaba de forma distinta a mi verdadero nombre… Eran pequeños inventos que no hacían daño a nadie pero que a mi me contentaban.
Tanto me divertí y tanto falseé mi vida, que llegó un momento en el que no sabía quién era. Me convertí en una persona con varias identidades, varios nombres, varios trabajos y un sinfín de amigos a los que consideraba simples conocidos.
Llegué incluso a tener tres novios a la vez. Para uno me llamaba María y era enfermera, para otro mi nombre era Elena y trabajaba en un hotel y para el tercero era Sofía y me dedicaba al mundo de la informática.
Pero, como las mentiras tienen las patitas tan cortas, pronto se descubrió el pastel, y los que antes me querían y respetaban se alejaron y me dejaron sola.
Ahora estoy asistiendo a terapia de grupo, un lugar donde cada uno desnuda su alma y se sincera con todos los presentes. Estas terapias me han servido de mucha ayuda, y he llegado a la conclusión de que no hay nada mejor como ser uno mismo, con sus defectos y cualidades, sus bellezas o sus fealdades, sus amigos y sus enemigos; que por encima de lo que opinen los demás prevalece la opinión que cada uno tenga de sí mismo y que con mentiras el camino a recorrer nunca se hace largo.
En la actualidad estoy sola; sin colegas, sin novios, sin trabajos y con un sólo nombre: Esther, pero soy feliz porque, por primera vez en muchos años, cuando me miro en un espejo sé quien soy.
Y es que la verdad más simple siempre es preferible a la mentira más complicada.
06 mayo 2010
¿Qué hacer?
¿Qué hacer
cuando el velo negro
entra por mi ventana
rasga mis vestiduras
y se mete en mi cama?
¿Qué hacer
cuando la ingrata dama
vela mis tristes sueños
me roba mis presentes
y deja sólo recuerdos?
¿Qué hacer
cuando la aburrida luna
se viste de primavera
cambia su indumentaria
y se escapa a la feria?
¿Qué hago con mi vida?
¿A quién pregunto?
¿Quién me contesta?
Y como barquillos de papel
mojados y con ilegibles letras
los sentimientos se ahogan
en esta playa desierta.
Sueños
Cae lentamente la lluvia
cubriendo de finas gotas
los cristales.
Mi rostro, reflejado en ellos
se confunde con el agua
y desaparece.
Entonces me pregunto
si no pasó eso mismo
contigo.
Quizá todo fue un sueño
del que me cuesta
despertar.
Te veo en cada frase
en cada palabra
en cada risa.
Pero, al igual que la lluvia
mi rostro distorsiona
el paso de los días
tu recuerdo abandona.
Y pienso: Sí
todo fue un beso sueño
del que no quisiera
despertar.
27 abril 2010
Se paró el reloj
Se paró el reloj
el día de tu partida
y las palabras no dichas
se quedaron reprimidas.
Se paró el reloj
junto a sus manecillas
junto a penas y alegrías
perdones y rencillas.
Se paró el reloj
y quedaron las mentiras
las explicaciones no dadas
las disculpas no pedidas.
Pero esos momentos
vividos casi a escondidas
donde tus manos calientes
se unían con las mías
donde tus ojos curiosos
con los míos se fundían…
Esos momentos vividos
no morirán en la vida.
24 abril 2010
No comprendes
NO COMPRENDES
No comprendes mi tortura
ni comprendes mi deseo
de tenerte siempre cerca
aunque sea en el infierno.
No comprendes que te quiera
aunque no debiera hacerlo
y que me pase las horas
apartando este tormento.
No comprendes mi angustia
ni comprendes mi anhelo
por poder tener tu cuerpo
aunque fuese un momento.
No comprendes que tu risa
para mi es el veneno
que me lleva sin reproches
hasta el mismísimo cielo.
Que tus ojos son mi vida
tus palabras mi alimento
y tus besos una caricia
por la que cada día me muero.
No comprendes las pasiones
a las que yo me aferro
ni comprendes que te quiera
aunque no debiera hacerlo.
Hadas - Mensajes y Imágenes!
21 abril 2010
Tú
Roses - Mensajes y Imágenes!
El camino se hace largo
Cuando voy hacia tu casa
Pensando que no me quieres
Y que mi compañía te cansa.
Caminando de puntillas
Me cerco hasta tu morada
Esperando que me veas
Y me invites a ocuparla.
Pero tú no ves a nadie
Ensimismado en tu pena
Y yo me quedo esperando
Impaciente en la acera.
¿Qué pasa por tu cabeza
Cuando sin razon ni causa
Me desprecias sin sentido
Y mi compañía rechazas?
Lentamente doy la vuelta
Y me alejo con tristeza.
Hoy he perdido un tesoro
Sin apenas darme cuenta.
Atrás quedó mi añoranza
Delante la vida espera
Siempre con la cabeza alta
Y el corazón hecho hebras.
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